martes, 13 de febrero de 2018
On febrero 13, 2018 by Unknown No comments
El bastón florecido (cuento)
Hace muchos años en una montaña lejana vivía un anciano en una cueva y pasaba la vida en oración.
se alimentaba de hierbas y frutas y su única compañía era un ángel que venía todos los días a consolar su soledad y a hablarle del paraíso.
Un día en que el anciano llevaba veinticuatro horas sin comer y no podía salir en busca de alimento a causa del mal tiempo, una frase de queja salió de sus labios
- ¡qué tiempo tan odioso!
Y por nueve días el ángel con gran tristeza suya, el ángel no vino a visitarlo.
Al decimo día el ángel regreso, pero en su rostro había una expresión triste.
-no puedo seguir viniendo a verle -le dijo- Dios me lo ha prohibido porque usted se quejó.
- ¡no me deje solo! -grito el anciano-. Yo voy hacer penitencia para que dios me perdone.
El ángel, por toda respuesta, cogió el bastón del anciano y lo sembró en la tierra. Luego le dijo:
-podre volver cuando este bastón florezca
El ángel desapareció y el anciano pensó en una penitencia que pudiera borrar su pecado: tres veces al día, al amanecer a mediodía y al tardecer, regaría el bastón con agua que traería del rio en su boca.
Suspirando, empezó a regar el bastón pacientemente, día tras día
Un día paso por allí un famoso bandido que andaba huyendo de las autoridades.
Y al ver al anciano le pregunto por qué regaba aquel palo nudoso y seco.
El anciano le conto la historia del bastón y el bandido estallo en carcajadas, diciéndole:
-sin duda quiere burlarse de mí.
Un palo que fue cortado del árbol hace diez años, no puede florecer. No comprendo porque se impuso una penitencia tan grande por un pecado tan pequeño.
Entonces, yo que he cometido toda clase de delitos,
¿Qué penitencia tendría que hacer para merecer el paraíso?
-la bondad de Dios es infinita -contesto el anciano.
El bandido se quedó meditando en silencio y luego dijo: -si me permite quedarme con usted, yo también voy a probar. Y el bandido sembró su bastón en la tierra y diariamente, por tres veces, con el agua que traía en la boca desde el rio, regaba el leño seco y rezaba.
Pero el gran pecador no esperaba ver florecer nunca su bastón
Sin embargo, le bastaba con rezar y hacer penitencia, pues estaba realmente arrepentido de su larga vida de maldades.
Una mañana el anciano llamo al bandido para enseñarle el bastón.
- ¿lo ve? -le dijo-. Su bastón se ha llenado de capullos y el mío no.
También el bastón del anciano acabo por florecer, pero mucho más tarde que el del bandido, pues su arrepentimiento no había sido tan sincero como el del bandido
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